sábado, 29 de diciembre de 2012

Mujeres que corren con los lobos. Clarissa Pinkola Estés.


El primer trabajo de la carrera, de la asignatura Creatividad Publicitaria, consistía en tomar una fotografía del campus "diferente", así, entre comillas. No importaban las técnicas ni el tema, solamente que la fotografía expresase de alguna forma qué significaba para nosotros la creatividad.

Cuando los alumnos presentaron sus trabajos, me di cuenta de que casi todas las mujeres (o por lo menos un porcentaje bastante amplio) habían retratado infinitas puertas abiertas. Desde todas las perspectivas posibles, era el tópico femenino que más se repetía. He de decir que en su día me pareció el resultado de no estrujarse demasiado la cabeza, de quedarse con la primera idea que se les ocurrió (los hombres hicieron en su mayoría fotos de graffítis en el cuarto de baño y no preguntéis el motivo).

Hoy sé que no es así. Esa reiteración simbólica no se debía a una falta de creatividad, en absoluto. En cualquier caso podría deberse a una presión social. O siendo un poco más delicado, expresaba, quizás, el deseo de todas esas mujeres de respirar y liberarse de todos valores pesados que caen encima de ellas y que no les permiten vivir cómo realmente querrían vivir. En realidad, las puertas abiertas significaban muchísimas cosas más. 



Lo de las puertas abiertas se me quedó en la cabeza como un extraño símbolo femenino que no terminaba de entender. Y en cierto sentido, después de leer Mujeres que corren con los lobos, aparece de nuevo cargado de connotaciones y matices que lo enriquecen.

Me da miedo hablar de algo que me supera a tantos niveles, como el contenido de este libro, que a la vez es profundo, sencillo y muy importante. Mientras lo leía he pensado en mucha gente y en muchas situaciones y he sentido cómo algunos atascos mentales se diluían. Es uno de los pocos libros que querría recomendar a todo el mundo sin excepción y que debería de estar en los planes de estudio de todos los colegios.

Y aunque es un libro escrito por una mujer para otras mujeres, para ayudarlas a recuperar lo que han perdido por culpa de los esfuerzos milenarios de la "sociedad" por "civilizarlas" (otra vez entre comillas), por controlarlas, también es algo más: en el mejor sentido bergsoniano, es un libro sobre la recuperación del instinto como forma de conocimiento y de relación con nuestro entorno.

El instinto es algo frágil y poderoso, mucho más que la razón. Pero son pocos los afortunados (y menos las afortunadas) los que logran mantenerlo intacto en su vida adulta y que quizás, por ser más fuerte, o por lo menos intenso, en las mujeres que en los hombres, hemos construido (nosotros) un sistema que lo elimina, lo aparta y lo daña casi irreparablemente. 

Como bien explica Clarrisa, "casi", afortunadamente.

Decía Kafka que si al leer un libro no sentías como si te golpeasen con un martillo en la cabeza, no merecía la pena seguir leyendo. Mujeres que corren con los lobos no golpea, pero merece muchísimo la pena. Habla con serenidad, despacio y con ternura. Con la seguridad y la convicción de la que sabe que tiene algo importante que explicar.


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